lunes, 4 de octubre de 2010

El día de San Francisco

Cuando teníamos la alegría, el candor, los sueños enteros.  Cuando trabajábamos en dólares y ganábamos en sucres.  Cuando éramos tan puras como la miel de abejas, como el mar en agosto. Había un lugar llamado San Francisco, te acuerdas?  Era inmenso, sin muros de ladrillos, eran los árboles, el mar, las nubes los límites de las ilusiones.  Haríamos una fiesta cada cuatro de octubre, para celebrar la vida, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano almendro, la hermana hormiga, los hermanos perros.

Ah!, viejo fetiche.  Con música de fondo de Mercedes, de Bosé, de Enya.

Cómo se retoman los sueños y se llenan las casas de encuentro de personas?  Cuánto cuestan las paredes, los terrenos, los discos, las capillas, las tazas blancas y las sabanas iguales para las cien camas que tendría nuestro sueño?

Celebremos ahora, que es cuatro de octubre, como si ya todo fuera un hecho.  Celebremos a los animales, a Francisco y a Mercedes.  Y con un café, que solo yo tolero.